
Lucrecia Martel: “La gente que abraza las verdades eternas va a ser la más fácil de engañar”
Historia de Javier Zurro
La editorial Caja Negra publica 'Un destino común', un libro que recoge charlas y conversaciones de la cineasta en universidades y con compañeras como la española Carla Simón.
Lucrecia Martel es algo más que una cineasta. Es una persona que cuando habla el resto calla y escucha, porque sabemos que de su boca va a salir una reflexión que nos haga pensar de otra forma. Igual que sus películas, obras maestras como La ciénaga o La mujer sin cabeza, nos hacen plantearnos las normas del cine establecido, las intervenciones de la cineasta en las clases magistrales que ofrece en universidades y festivales expanden la forma en la que nos cuestionamos todo. Solo hay que
recordar aquel emocionantísimo discurso para entregarle el León de Oro honorífico a Pedro Almodóvar. En apenas unos minutos, logró que el cine de Almodóvar resonara en toda su magnitud poética y política.
Martel no se doblega. No se une a las corrientes dominantes. Dice lo que piensa, y lo justifica. Es una defensora acérrima del diálogo, incluso con el que piensa diferente. Así cree que se puede avanzar. Ahora, la editorial Caja Negra edita en un libro esas conversaciones que dio en museos, universidades y que mantuvo con colegas de profesión como la española Carla Simón. Un libro para subrayar frases, para repensarnos. Para intentar, como pide ella, “convocar un destino común”. Uno en el que quepan todos. Los pueblos indígenas, los que viven en los márgenes, los olvidados... Una forma de mantenerse optimista mientras reinventamos el cine, y el mundo que nos tocó vivir como de alguna forma intenta su nuevo filme, Nuestra tierra. Para ella cada palabra cuenta. Cada término es una forma de cuestionar algo. Por eso prefiere contestar a esta entrevista por cuestionario, para poder reflexionar cada respuesta.
Lucrecia Martel: “La gente que abraza las verdades eternas va a ser la más fácil de engañar”
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Lucrecia Martel es algo más que una cineasta. Es una persona que cuando habla el resto calla y escucha, porque sabemos que de su boca va a salir una reflexión que nos haga pensar de otra forma. Igual que sus películas, obras maestras como La ciénaga o La mujer sin cabeza, nos hacen plantearnos las normas del cine establecido, las intervenciones de la cineasta en las clases magistrales que ofrece en universidades y festivales expanden la forma en la que nos cuestionamos todo. Solo hay que recordar aquel emocionantísimo discurso para entregarle el León de Oro honorífico a Pedro Almodóvar. En apenas unos minutos, logró que el cine de Almodóvar resonara en toda su magnitud poética y política.
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Martel no se doblega. No se une a las corrientes dominantes. Dice lo que piensa, y lo justifica. Es una defensora acérrima del diálogo, incluso con el que piensa diferente. Así cree que se puede avanzar. Ahora, la editorial Caja Negra edita en un libro esas conversaciones que dio en museos, universidades y que mantuvo con colegas de profesión como la española Carla Simón. Un libro para subrayar frases, para repensarnos. Para intentar, como pide ella, “convocar un destino común”. Uno en el que quepan todos. Los pueblos indígenas, los que viven en los márgenes, los olvidados... Una forma de mantenerse optimista mientras reinventamos el cine, y el mundo que nos tocó vivir como de alguna forma intenta su nuevo filme, Nuestra tierra. Para ella cada palabra cuenta. Cada término es una forma de cuestionar algo. Por eso prefiere contestar a esta entrevista por cuestionario, para poder reflexionar cada respuesta.
-Tengo la sensación de que la desazón es el sentimiento que se desprende de sus últimas charlas, ¿lo sigue teniendo?
-Comparto con la mayoría una preocupación acerca del futuro. Tenemos mucho por hacer para que no sucedan las penurias que imaginamos, y en ese sentido estoy optimista, porque nos quedan todavía jugadas por hacer. Quizás si ha percibido cierta desazón es porque es mucho trabajo.
-¿Hasta qué punto cree que la pandemia y, de alguna forma la llegada de las plataformas, fue un punto de inflexión en esa desazón?
-Todos hemos pensado cosas singulares en esos días. Además de ver animales de excursión en nuestras ciudades, de escuchar pájaros que no sabíamos que teníamos de vecinos, y dormir con menos ruido, además de esas cosas magníficas, unas premoniciones oscuras nos invadieron. La primera, que ya era bastante obvia en Latinoamérica, es que la salud es un lujo de los ricos. Y quien tenga más dinero accede a mejores remedios.